domingo, 15 de marzo de 2009

SOBREDOSIS TELEVISIVA

Tal vez no pueda recordar cuál fue mi primera palabra o el primer bocado que pude ingerir por mi misma, pero recuerdo perfectamente cual fue la primera caricatura que ví y entendí. Esto es porque vengo de una de las primeras generaciones que se educó con la televisión y convivió con ella desde la niñez. En esos tiempos no era muy común que las mamás trabajaran, la economía estaba estable y la vida no resultaba tan cara como ahora, así que el sueldo del padre alcanzaba perfectamente para que una familia viviera cómodamente. El ser ama de casa requiere de constante movimiento, así que las mamás para movilizarse ágilmente encargaban a los hijos a la televisión, los sentaba enfrente del monitor y le prendían a las caricaturas de las 9.

Así como yo, miles de niños han sido educados por la televisión, pero existe la diferencia en que ésta ya no sobresale como la líder mundial en la multimedialidad, ha sido desplazada por la computadora y el Internet. La televisión que antes proporcionaba una explosión de imágenes, ahora el Internet la ha superado complementándola con realidades virtuales. Antes se podía conocer el Museo Louvre en París en fotos, ahora existe un recorrido virtual dentro de el.
Desde mi generación las imágenes se convirtieron en un aspecto fundamental para la educación. Decir que se conoce la torre Eiffel o la muralla china si nunca se ha visto; las palabras se volvieron insuficientes ante la imagen, elemental para una apropiación de cualquier conocimiento.

La televisión fue un factor para el incremento de la globalización cultural, ya que permitió que los países más lejanos conocieran las costumbres de los otros y en un futuro nacieran las hibridaciones culturales. Es decir, la televisión permitió “verlo todo sin tener la necesidad de moverse, ir a cualquier parte y conocer su cultura” sólo basta con prender Discovery Channel o National Geoghafic.

Son muchas bondades las que han proporcionado esta “cajita mágica”, pero también ha afectado irreparablemente la educación de forma tradicional, es decir la de los libros y la del esfuerzo mental. Gracias a que la televisión habla de cualquier tema y la industria cinematográfica ha encontrado muy lucrativo transferir una obra literaria a un guión, se ha ido perdiendo el hábito de la lectura y del esfuerzo. Ahora ya no se necesita leer literatura para conocerla ya que se puede obtener viéndola en película. Sé sabe bien que no existe comparación en éstas dos actividades porque la literatura permite crear escenarios en la mente, afectar los sentidos con palabras y tal actividad mental no tiene precio, sin embargo para alguien que sólo quiere cumplir con la tarea se convierte en una ganga.

Particularizando el escenario a México, la televisión que los niños y en general el público recibe es una completa porquería. Existen dos tipos de programas que son trasmitidos en todos los canales: La telenovela (orgullo mexicano) y toda la programación producida en Estados Unidos, ésta programación es la formación de los niños de ahora, de ahí que no existan sorpresas al descubrir México está en los últimos niveles de educación.

Se vive en una generación homo videns como lo menciona Giovanni Sartori e pero también en una generación floja y conformista. Una generación que sólo ve la televisión como entretenimiento para escaparse un poco de sus problemas, pero no la ven como una opción educacional y para obtención de conocimiento, a parte de los libros, el Internet y la radio. No hay que satanizar las nuevas tecnologías como algunas veces se hace con el Internet sólo hay que saberlas utilizar y no tener sobredosis con ellas porque todo exceso resulta siempre malo.

Sartori, Giovanni. Homo videns. La sociedad teledirigida. ED. Taurus. Madrid, 1998.

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